top of page
  • Black LinkedIn Icon
  • Black YouTube Icon
  • Black Instagram Icon

Ejercer la libertad

  • Foto del escritor: Sonia Zivkovic
    Sonia Zivkovic
  • 3 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 14 oct 2024


“Si algo no te gusta, cámbialo.

Si no puedes cambiarlo, cambia tu actitud.”

Maya Angelou


 



Creo que uno de los máximos desafíos de ejercer la docencia es el lugar en el cual está ubicado el maestro en el sistema, que está diseñado desde arriba hacia abajo y desde afuera hacia adentro. La idea de lo que se debe hacer y cómo hacerlo se “baja” desde los ministerios a las aulas, pasando por inspectores y equipos directivos. La distancia que existe entre la expectativa de ese sistema y lo que el maestro puede y debe en su día a día es abismal y se vuelve opresiva. Invariablemente, las fallas de la gestión educativa se vuelven visibles en el lugar en el cual opera el maestro, que está permanentemente tironeado entre lo que le demanda el sistema (formalidades administrativas, expectativas de supervisores y padres) y lo que le debe a sus alumnos, cuyas necesidades y potencial de crecimiento emergen en el hora-a-hora y el día-a-día de la vida escolar. 


Lo cierto es que por más que insistamos en pensar la educación como si fuese un proceso lineal y sencillo que puede digitarse desde instituciones alejadas de la realidad del aula,

ésta continúa siendo un hecho que se da desde abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera, y que está atravesado por muchísimas variables porque el aprendizaje es intrínseco a cada persona y ocurre en relación con el contexto presente. Es el educando quien “decide” (las comillas son deliberadas) qué disrupciones o propuestas del afuera capturan su atención y resuenan en su interior, así como también qué hace con eso. Creer que el maestro controla el aprendizaje es un error colosal: la tarea irreemplazable del docente es el diseño del espacio en el que pueden ocurrir esos aprendizajes. Desde los disparadores que capturarán o cautivarán a los alumnos, al ambiente que promoverá u obstaculizará su desarrollo personal y la manera de vincularse con el mundo.


La tarea de diseñar el espacio socio-emocional es formidable pero no opresiva. Es una labor de abundante libertad, ya que el maestro está invitado cada día a crear en el aula el mundo que ve posible, y eso requiere mantener vivas la pasión y la curiosidad propias, y hacer un esfuerzo deliberado por promover bienestar. Dentro de los límites dados por el marco institucional y de los lineamientos administrativos, de la realidad material de la infraestructura, los cronogramas y demás particularidades, el maestro puede brindarse por entero a la magnífica labor de enseñarle a otros a ser todo lo que pueden ser. Mal podemos los docentes dar rienda suelta al potencial de nuestros alumnos y crear bienestar en nuestras aulas si no sabemos hacerlo para nosotros mismos. La educación del siglo XXI demanda que el docente esté abocado al trabajo vital de intentar ser él mismo todo lo que puede ser. 


El foco está tan detenido en las restricciones impuestas por el sistema y las infinitas tareas urgentes e inmediatas que atestan el día laboral (y que se come nuestro tiempo personal), que nuestra creatividad queda atrofiada. Quedamos ciegos ante la posibilidad infinita y el privilegio innegable que supone nuestra profesión. Nos privamos del placer de traernos completos al aula e inspirar a nuestros alumnos desde un lugar auténtico, contagiándoles el entusiasmo por el potencial que tiene la vida, y sirviendo de ejemplo para ampliar sus miradas y fortalecer su habilidades. El docente que se limita a la gestión y a la instrucción impide conectar con la gratificante tarea que supone provocar y acompañar a otros en su propio crecimiento. La educación del siglo XXI requiere que el maestro esté abocado al trabajo vital de intentar ser él mismo todo lo que puede ser. ¿Quiere decir esto que no hay limitaciones? De ninguna manera. Las hay y no son pocas, pero es el maestro quien puede detectarlas y navegar las circunstancias en las que se ve inmerso. Si entendemos los límites como una forma de contención, podemos movernos dentro de ellos con mucha soltura, en lugar de quedar debilitados por ellos como si fuesen un chaleco de fuerza del cual uno no puede evadirse. Entender los límites como un contexto, al igual que las líneas que demarcan la cancha en la que se juega un partido, evita que quedemos paralizados ante un número infinito de opciones. Parada en la realidad presente, busco distinguir aquello que está en mis manos de lo que está fuera de la esfera de mi influencia, y de esa manera, gradualmente trascender los límites y transformar el sistema.


El trabajo indelegable e ineludible del maestro es detectar el potencial (propio, de los demás y del contexto) y hacer todo lo posible por facilitar su realización. Traerse al aula por completo no es una tarea fácil, ya que obliga a hacerse cargo del propio desarrollo personal. Someterse a las limitaciones impuestas por el sistema formal es una manera de evadir la responsabilidad de hacer aquello que si se puede hacer en el contexto presente y es esencial comprender que es una elección de cada persona. Parafraseando a Erich Fromm, la tarea más importante del ser humano es darse a luz a sí mismo, y eso obliga a adueñarse de la libertad, aún en circunstancias adversas. En palabras de Maya Angleou: “El precio es alto. La recompensa, enorme.” 




Comments


Sonia Zivkovic Educadora ©

bottom of page